Uno se interroga sobre el hombre, es la eterna necesidad de saber qué somos, por qué somos, y para qué somos.
Luego del proceso de pensamiento acerca de estas cuestiones, básicamente determinado que en principio somos uno. Uno en el sentido estricto, uno puesto en el mundo, interactuando con el mundo, con la cultura de ese mundo, con los rituales de ese mundo, etc., etc. Uno consigo mismo.
Uno con un “self” establecido conforme a las carencias o déficits que, en consecuencia, siguiendo el postulado que somos eminentemente nuestra conducta nos adaptamos o pretendemos hacerlo a fuerza incluso en un proceso permanente y que sólo termina con nuestra muerte.
En principio la mente del ser humano y su conformación somática y por ende funcional a sus aptitudes para vivir en, dentro o transformar la naturaleza es la que importa para el ser. Aunque él no lo sepa, aunque crea en la presencia de un “yo” que lo distingue de los demás y lo “personaliza”, la verdad parece desprenderse de una situación biológica del proceso de adaptación. Es decir, que para que exista la necesaria homeostasis buscada genéticamente, estructural y funcionalmente por el cerebro para proveer a dos situaciones que le son inherentes: la procreación de la especie, y la sobrevivencia, el fenómeno adaptativo del cerebro pasa por confeccionar la idea de que uno es una persona.
En este proceso de individuación parece centrarse todo.
Desde el punto de vista empírico el fenómeno adaptativo conlleva para que el ser siga siendo la necesidad de re-conocimiento de los demás hacia uno. Y recíprocamente.
Las normas culturales sociales no parecen ser tan complejas. Su diseño obedece a la creación histórica de estas normas. El resultado confluye a brindar satisfacción a estos mandatos genéticos de procreación y de sobrevivencia. En lo primitivo ya las normas culturales sociales y del proceso adaptativo de los seres humanos funcionaron. Esta es la razón por la que siguió evolucionando hacia adelante en el tiempo, a medida que las sociedades humanas crecían y se adentraban en el conocimiento de la necesidad de las estructuras físicas de concentración social para poder realizar un más confortable modo de vida, que viene necesariamente de la mano de la asociación de los seres humanos en la creación organizada de ciudades, conceptos culturales de mínima y de máxima. Y la propia atribución emblemática ya del grupo al través de lo propicio del lenguaje como elemento funcional para que todo esto cobre algún sentido.
La tendencia al intercambio se vio definida así en un sistema de permisiones que se llama área de reserva o libertad. Esta libertad dejaba al hombre solo entre todos, le permitía ensayar sus conductas y perseguir la satisfacción de sus necesidades, siempre en forma organizada o no, pero con un valladar: el de no invadir la misma esfera de goce de esta autonomía relativa del otro. So pretexto de pagar con sus huesos en la cárcel o ser excluído como antisocial. En lo demás el hombre viviría para que el grupo funcione, y lo seguirá haciendo siempre.
Así como los animales son territoriales y delimitan con orín un territorio, el hombre es también territorial, pero su territorio puede ser muy pequeño en relación al de un animal, porque un animal necesita un territorio relativamente grande para realizar el goce de sus necesidades básicas, y el hombre por su proceso de culturalización , de estructuración de la manada humana y de la individuación de un líder dentro de esa manada, allega a considerarse potencialmente importante dentro de la estructura social determinada, cualquiera sea su nivel de evolución.
Algo es único y forzoso de que haga siempre el ser humano: seguir el proceso adaptativo para ser considerado por los demás como integrante inclusivo de la sociedad (ya dije, sea cual fuere ésta, tenga el tiempo de existencia que tenga, y la calidad y refinamiento cultural que tenga, como los iconos en los cuales funde su presencia institucional en el tiempo).
Uno nace en un determinado círculo que se integra al conjunto social, que se llamará la familia en la mayoría de los casos, o la sociedad pondrá una institución para que – de no tenerla por cualquier circunstancia – ese ser sea adoptado por otra célula como esta o metido en un instituto de crianza construido para dichos fines por la sociedad.
Si bien se desconoce el por qué los seres complejos tienen algo denominado como “afecto” una capacidad afectiva inherente al sí mismo, ya que en la estructura somática y de homeostasis lo único que vale es que todos los parénquimas y estructuras corporales “sean” para que el cerebro sea alimentado (el mismo cerebro, p.ej. regula la temperatura corporal, la cantidad de flujo de sangre que requiere, y demás elementos que posibilitan estar vivo o existir esta unidad llamada león, perro, hombre etc.) vale entonces decir que el primer objetivo de la existencia luego del poder alimentar todas las funciones vitales puras, es también consecuente el alimentar el campo afectivo del ser.
Por qué? Porque el ser tiene una necesidad básica en lo afectivo, de otro modo –haciendo una comparación muy directa- sería como una iguana, limitándose a satisfacer estos dos elementos básicos que signan su existencia: procreación y sobrevivencia.
Pero los afectos, al parecer, forman parte esencial del ser, sin afecto por más que el aspecto somático esté correctamente integrado, alimentado etc., no puedo haber vida por mucho tiempo.
El afecto y la necesidad de afecto son consecuencias del existir, y constituyen un combustible alimenticio que en los seres complejos pasa a ser natural ya. Si interpretamos por natural al proceso que es inherente al ser por “naturaleza” o por forzosa necesidad.
Para que se satisfaga esta necesidad de afecto, es necesario que ya en el mismo proceso de nacimiento a la vida exista alguien que satisfaga esta necesidad. La madre, por excelencia, es quien tiene como objeto el dar afecto al sujeto del afecto: su propia creación. Por más que haya habido otro ser –masculino - en dicho proceso natural de formación-fertilización de ese huevo interno o cigoto luego de la relación sexual la madre es la que lo lleva a ese huevo o saco que contiene el fruto de esa creación en marcha hacia su exterioridad dentro de su ser, su estructura ha sido creada naturalmente para ello, y el proceso de formación del feto lo siente dentro de su ser como un hecho intransferible aunque común.
Parece obvio que el momento del nacimiento sea traumático para este ser, porque la naturaleza de las cosas posibilitó que en un determinado tiempo de gestación, ese ser se estructurara biológicamente y afectivamente para poder salir al mundo convertido en “otro”.
En ese lugar en que moraba recibía todo lo necesario desde el punto de vista biológico, y también recibía cuidados y afecto, el medio en que se encontraba el feto en gestación era “perfecto” nada más le faltaba que seguir allí. Al salir a la vida como “otro” más de los seres de su tipo o especie y encima hacerlo de forma traumática pues adquiría noción de que estaba “separado” de su madre, el ser nacido esta vez dependía y dependerá de los solícitos cuidados de su madre, en sus primeros años de vida en el sentido puramente alimentario desde la leche materna, hasta el de afecto, el primer afecto incondicional, puro, el que necesariamente provocará el sentido de “separatidad” de la madre, y de interacción social con otros seres luego de la separación de la madre para cobrar individuación como persona.
En todo el proceso de vida del ser humano (los animales complejos tienen en su mayoría establecido hasta como una determinación el qué serán y asumido genéticamente el proceso de separatidad sin mayores inconvenientes), entonces, la madre será el único elemento válido o genuino de verdadero amor.
Por su incondicionalidad y por su naturaleza. Pero al separarse de su madre biológicamente y tener forzosamente que seguir el proceso adaptativo social, el proceso de culturalización, y de re-conocimiento de los otros, buscará necesariamente por mandato genético de sobrevivencia de la especie una pareja, que dado el estado actual de la sociedad en su mayoría está conformado por encontrar otra persona de otro sexo, para proseguir el cumplimiento de este mandato, o del mismo sexo. Esto último no tiene mayor importancia social, por el crecimiento exponencial del hombre en la tierra y la profunda transformación que su propia existencia causa y causó en la misma naturaleza que obliga a repensar el problema de la homosexualidad como algo inherente a los seres humanos que también es producto de la afectividad y hasta mayúscula por lo paradojal.
El fin, al parecer, justifica los medios. Tanto en la pareja heterosexual y exogámica como en la homosexualidad, lo único que es connatural a ambos unidos es la necesidad de dar y recibir afecto, y reconocimiento de la propia unidad biológica y afectiva del yo.
De ello se desprende que el hombre es producto de sus “carencias” sufridas en todo este proceso, o de sus déficits.
Cuando uno se pregunta dentro de la organización social cada vez más funcional y operativa para producir bienes de uso, capital etc., por qué el hombre tiende a la excelencia en su comportamiento productivo y social, nace la paradoja que lo explica: esto sobreviene de su propio sistema de carencias.
Que un filósofo haga o “cree” un sistema de explicación a las cosas o situaciones más oscuras y controvertidas que atañen a la especie humana, denota una profunda carencia, mediante la cual él cobra algún “sentido” para los demás y para sí mismo. Lo mismo que un músico cree música, o un ingeniero levante casas, o que cualquiera haga algo mediante el cual será re-conocido por los demás y objeto de especial atención.
Lo dicho parece ser antojadizo y hasta opinable. Pero para determinar esto me fundo en el hecho de que siendo el hombre un ser con capacidad cognitiva y de pensamiento abstracto fundado en lo empírico no sólo de él sino de las experiencias de los demás, no importa estén vivos o hayan muerto hace mil años atrás, vale el elemento lógico, y el elemento lógico dice que lo único que debes hacer es pasar el tiempo trabajando en forma racional para dar satisfacción a tus necesidades, comer, dormir, organizarte, aparearte y con-vivir con alguien para recibir y dar afecto, y luego pensarte o verte ya como un ser para la muerte sin mayores dificultades ni interrogantes como de dónde vienes, para qué vives, por qué vives o cuál es la razón y esencia como objeto último de tu existencia. Es lo que hacen la mayoría de los seres humanos, los que se destacan en la “investigación” de este “campo” son producto de la necesidad de cubrir carencias de tipo afectivo emocional, social, individual. No hay en realidad necesidad de hacer todo esto, sino fuese importante para cubrir algún déficit o compensarlo.
Esta sería la “tesis” de Eclesiastés un pequeño lugar en el libro que los hombres sacramentaron llamado La Biblia en la cual el Predicador exhibe como un elemento de pura sabiduría la vanidad de la vida pero a la vez concluye en que el proceso de la existencia debe ser dinámico, la búsqueda de la riqueza, la saciedad de las cosas, y luego el ver que esto tampoco vale, la búsqueda de la aventura, la búsqueda de otras culturas, de placeres, etc., para concluir en que tampoco esto es todavía la realidad de lo que significa “vivir”, pero también la necesidad de llevar a la práctica todo esto como que hay un “tiempo” para todo que debe ser atravesado, para concluir al final de los años en el reconocimiento del fenómeno entrópico que conllevará la tranquilidad de espíritu y el necesario temperamento para aceptar que el fin de los días de uno es algo que es inevitable, y por eso debe esperarse en paz y con “la mujer de tus días”, bien vestido, y bebiendo tu vino en paz y concentrarte en lo único que vale: Dios.
Este postulado es – en estos tiempos más – muy práctico, muy lleno de sentido. El hombre que “acepta” las cosas y el destino personal sin enloquecer ni proyectarse neuróticamente para “acomplejar” la propia vida. El colofón de Eclesiastés es que el hombre así dado es lo más “perfecto” (por su sencillez) que se puede encontrar y que su imperfección deriva de la insatisfacción absurda y de su capacidad de “complicarse” la existencia.
Las limitaciones cognitivas del hombre concluyen en dos vertientes sin solución: uno el ser para la muerte y el no aceptar serlo, y segundo, qué es el universo cómo se ha formado, cuándo y cómo se extinguirá…. Estas son los dos elementos que no se pueden vencer. Que en realidad el hombre nunca ha entendido. Ni entenderá por la imposibilidad de hecho de comprender algo tan inconmensurable.
Atañe al campo de la filosofía y la ciencia física sea cuántica, etc., la ciencia de la abstracteidad.
Así, como formulación del principio de paradoja el hombre sólo puede complicarse la existencia en estos dos aspectos si sólo sobreviene como resultado de carencias.
Uno no puede imaginarse por qué Einstein y ahora S. Hawkinks anda preguntándose y formulando postulados sobre el cosmos, Einstein en la teoría del Todo (padecía de síndrome de asperger) y este último directamente realizando a través de su cerebro indagaciones llevadas de la mano de la física abstracta para dar “solución” a estos enigmas. La pregunta es: ¿Lo haría si no estuviese privado de su propia locomoción por estar desgraciadamente inserto en una silla de ruedas inteligente? Si pudiese correr, tener relaciones sexuales, practicar deportes, se advierte casi con seguridad que no se dedicaría a esto tan sólo. Esto implica que todas sus teorías excéntricas sobre el universo no son tan importantes para el hombre común, que sabe per se que esto es un límite que no puede franquear la mente porque no puede probarlo.
Las carencias como paradoja de la evolución humana, entonces, son las que enmarcan la evolución tecnológica del hombre.
La “complejidad” de la existencia en este punto de vista, tiende a neutralizar o es un esfuerzo para neutralizar la angustiante sensación humana de ciertos seres humanos que padecen tanta fuerte neurosis de angustia por carencias afectivas, o por situaciones vivenciales que acarrean déficits.
El hombre que mira fútbol todo un fin de semana (o incluso entre semanas) o mira en la televisión espectáculos de dudosa originalidad, exposición mediática de otros, esto es, que vive para “ver” cómo viven o bien cómo le “dicen” que viven otras personas, no digo que no sean carenciadas. En todo caso están carenciadas de esa satisfacción elemental o goce primitivo pero saben qué equipo gana al final, o el sueño hace que opriman o programen que la televisión se apague para dar paso al sueño “reparador”.
En todo caso, la tesis de que el hombre necesita ser re-conocido por los demás es lo que lo lleva a “acomplejar” la existencia, y llenarla de angustia y de stress que somatiza y que también es fruto de otro elemento cimero para que –al parecer – un hombre no encuentre satisfacción más que en la complejidad absurda de su vida: la responsabilidad excesiva o por “todo” incluso lo que no le compete y la idea de lo que es justo o es “justicia” y su persecución absurda.
Como estamos viendo la “evolución” tecnológica del ser humano en su historia reveló nuevas formas de ver y de sentir la vida.
Que necesariamente llenan de complejidad la existencia, y la transforman en una experiencia bastante difícil de atravesar. Se incrementa la sensación de soledad, y en consecuencia, se incrementa la separatidad de los otros. El desprecio por los otros, esconde el deseo de poder ser como ellos.
A quienes no se comprende por supuesto. No se emula, porque a mayor conocimiento cultural el hombre se aleja más de sus semejantes.
Un ejemplo de esto es la creencia religiosa. Ayer vi en un momento dado una mujer asociada con otra llevando una imagen o icono que es la Virgen María. Es una obra hecha en yeso. Detrás iban muchas mujeres rezando el “rosario”.
Podemos aseverar que este comportamiento es fruto de la incultura de estas personas? No. Muchas de esas mujeres son profesionales, han leído, conocen la historia, la geografía, pueden incluso saber de matemáticas y enseñarlas, filosofía, etc., pero, ninguna se cuestiona nada de aquello que otros nos cuestionamos y que, paradojalmente, no encontrarán respuestas. Ellas sí encontraron la respuesta: la creencia que ese yeso que portan las dos de adelante es la relación con la divinidad. Las llena de goce y alegría y un sentido de pertenencia. Son todas, no hay “separatidad” el proceso de individuación al parecer está bien demarcado como ser con los demás. La incógnita del “ser para la muerte” no entra en sus postulados de vida.
Jung decía que probar o no la existencia de Dios no es una situación que en realidad importe, porque el hombre tiene en sí una necesidad de religiosidad y ello ya le basta y sobra.
Jung tiene razón porque esta improbabilidad en el sentido de no poder probar que esto “sea” en alusión a Dios o los santos, o cualquier panteón religioso en el mundo, no obstante ello tiene el “poder” de eliminar la tortura de la angustia existencial.
Entonces, el postulado que domina todo el horizonte humano, es aquella frase paradigmática dicha por un Premio Nobel de Economía cuyo apellido ahora no recuerdo que dijo ante la pregunta de qué consideraba que era el hombre: “Una hormiga es en esencia un ser sencillo su complejidad derivará de la complejidad del medio en que se desenvuelve; un hombre es en esencia un ser sencillo su complejidad derivará de la complejidad del medio en que se desenvuelve…”.
Al parecer la superación del hombre es conocer la paradoja. Que pese a sus “habilidades” biológicas y a su capacidad de pensamiento crítico y abstracto, no deja de ser un ente sencillo que tiene sobre sus hombros la tremenda responsabilidad de pensarse a sí mismo, construir un sí mismo, y servir a necesidades afectivas e inclusivas en su mayoría (porque los excluídos son los que rompen la regla común) vivenciar la vida como un todo de equilibrio en el cual se entregue a placeres mundanos, mienta, ensaye mecanismos de defensa y agresión, reproduzca la especie, trate de sobrevivir, disfrutar de la velocidad de los automóviles, vivir la tecnología en diversión propia, ser, en definitiva, lo más sencillo posible, allí, donde encontrará junto al reconocimiento de que Dios está presente para él como –la mayoría lo concibe- un “delivery” de pretensiones expresadas en oraciones, y sobre todo una impresionante contradicción con sus propios actos que precisamente lo lleva a ser humano.
Total, siempre habrá un carenciado de afecto y acomplejado en su existencia que creará medios tecnológicos, pensará filosóficamente preguntas sin respuesta posible, y tratará, vanamente, de explicar el “sentido” de esta vida.
Me permito transcribir la primera parte de Eclesiastés que me da un poco por lo menos de razón a este ensayo: “Yo, el Predicador, fui rey de Israel en Jerusalén, 13 y me entregué de lleno a investigar y estudiar con sabiduría todo lo que se hace en este mundo. ¡Qué carga tan pesada ha puesto Dios sobre los hombres para humillarlos con ella! 14 Y pude darme cuenta de que todo lo que se hace en este mundo es vana ilusión, es querer atrapar el viento.h 15 ¡No se puede enderezar lo torcido ni hacer cuentas con lo que no se tiene! 16-17 Entonces me dije a mí mismo: “Aquí estoy yo, hecho un gran personaje, más sabio que cuantos antes de mí reinaron en Jerusalén;i entregado por completo a profundizar en la sabiduría y el conocimiento y en la estupidez y la necedad, tan solo para darme cuenta de que también esto es querer atrapar el viento.”j 18 En realidad, a mayor sabiduría, mayores molestias; cuanto más se sabe, más se sufre.k 1 También me dije a mí mismo: “Ahora voy a hacer la prueba de divertirme; me daré buena vida.”a ¡Pero hasta eso resultó vana ilusión! 2 Y concluí que la risa es locura y el placer de nada sirve. 3 Con mi mente bajo el control de la sabiduría quise probar el estímulo del vino, y me di a él para saber si eso es lo que más le conviene al hombreb durante sus contados días en este mundo.c 4 Realicé grandes obras, me construí palaciosd y tuve mis propias viñas. 5 Cultivé mis huertos y jardines, y planté toda suerte de árboles frutales. 6 Construí albercas para el riego de los árboles plantados; 7 compré esclavos y esclavas, y aun tuve criados nacidos en mi casa; también tuve más vacas y ovejas que cualquiera otro antes de mí en Jerusalén.e 8 Junté montones de oro y plata, tesoros que antes fueron de otros reyes y de otras provincias.f Tuve cantores y cantoras, placeres humanos y concubinag tras concubina.h 9 Fui un gran personaje,i y llegué a tener más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén. Además de eso, la sabiduría no me abandonaba. 10 Nunca me negué ningún deseo; jamás me negué ninguna diversión. Gocé de corazón con todos mis trabajos, y ese gozo fue mi recompensa. 11 Me puse luego a considerar mis propias obras y el trabajo que me había costado realizarlas, y me di cuenta de que todo era vana ilusión, un querer atrapar el viento, y de que no hay nada de provecho en este mundo. 12 Después me puse a reflexionar sobre la sabiduría, la estupidez y la necedad: ¿qué más podrá hacer el que reine después de mí, sino lo que ya antes ha sido hecho? 13 Y encontré que es más provechosa la sabiduría que la necedad, como también es más provechosa la luz que la oscuridad. 14 El sabio usa bien los ojos, pero el necio anda a oscuras.j Sin embargo, me di cuenta de que a todos les espera lo mismo,k 15 y me dije: “Lo que le espera al necio también me espera a mí, así que de nada me sirve tanta sabiduría. ¡Hasta eso es vana ilusión! 16 Porque nunca se acordará nadie del sabio ni del necio; con el correr del tiempo se olvida todo, y sabios y necios mueren por igual.” 17 Llegué a odiar la vida, pues todo lo que se hace en este mundo resultaba en contra mía. Realmente, todo es vana ilusión, ¡es querer atrapar el viento! 18 Llegué a odiar también todo el trabajo que había realizado en este mundo, pues todo ello tendría que dejárselo a mi sucesor. 19 Y una cosa era segura: que él, ya fuera sabio o necio, se adueñaría de cuanto, con tanto trabajo y sabiduría, logré alcanzar en este mundo. ¡Y esto también es vana ilusión! 20 Al ver lo que yo había hecho en este mundo, lamenté haber trabajado tanto, 21 pues hay quien pone sabiduría, conocimientos y experiencia en su trabajo, tan sólo para dejárselo todo a quien no trabajó para obtenerlo. ¡Y también esto es vana ilusión y una gran injusticia! 22 En fin, ¿qué saca el hombre de tanto trabajar y preocuparse en este mundo? 23 Toda su vida es de sufrimientos,l es una carga molesta; ni siquiera de noche descansa su mente. ¡Y esto también es vana ilusión! 24 Lo mejor que puede hacer el hombre es comer, beber y disfrutar del fruto de su trabajo, pues he encontrado que también esto viene de parte de Dios.m 25 Porque, ¿quién puede comer o gozar, si no es por él?n 26 De hecho, Dios da sabiduría, conocimiento y alegría a quien él mira con buenos ojos; pero al que peca, le deja la carga de prosperar y amontonar tesoros para luego dárselos a quien él mira con buenos ojos. ¡También esto es vana ilusión y querer atrapar el viento!
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