por Julio Miguel Panchuk
La filosofía es lo que permite al hombre dentro del borde del instrumento lingüistico del cual no podrá apartarse, pues delimita el objeto de su búsqueda en lo particular, acceder al saber. El “shofos” o saber. Por qué saber? El primer interrogante de todos, al parecer.
La angustia humana crea las condiciones necesarias para adentrarse en esta difícil, qué digo, ciclópea tarea de conocer, de saber. El por qué saber? Es precisamente la forma principal que tiene el ser de interrogar e interrogarse. En la mayoría de los casos no acontece que se piense y que se tenga ese formidable interrogante. Ese por qué? La mayoría no se interroga, no se complica la existencia ni haciendo la pregunta ni buscando la respuesta. Porque la mayoría de los seres humanos pueden vivir simplemente, dejarse llevar por las circunstancia que lo rodean y no interrogarse ni interrogar mucho, dando por sentado las “verdades” impuestas por el todo social, integrado en lo cultural, en las tradiciones, en la aceptación inconcusa de que todo “es” así nomás, tal como está arrojado en el mundo, la tarea de vivir estará en el aprendizaje de un sistema de aceptaciones sociales de las cuales no se puede ir más lejos. El hombre que se interroga, que filosofa, no es la mayoría es una minoría que se enfrenta a interrogantes que le depara el pasar de los días, para ambos tipos de personas, los días son números. Pero para este desdichado que busca el por qué, este calvario intelectual y moral, la vida no es fácil, porque se ha complicado mucho al cuestionar, pero ya está allí, ya está cuestionando no le queda otra que abordar nomás la pregunta, e interrogarse y dar respuestas del por qué se está en este mundo.
No puede entender que los días sólo sean números, y al mismo tiempo no puede aceptar complacientemente los mandatos sociales.
Cuando uno lee La Biblia, ve que los Profetas se interrogaban primero sobre lo que era lo social para determinar de manera tal que hagan lo que luego se llamó “política” en Grecia, emitían mandatos divinos o devenidos de lo divino, ¿cómo explicar a la masa lo que la masa no podría ni quería entender? Pero si tenían conciencia de que la amenaza del mal, ante las desviaciones sociales podría tener repercusión en la sociedad de su época. ¿Algo ha cambiado? Posiblemente en las formas, pero en la sustancia no. El hombre todavía pretende hacer lo que finalmente lo destruirá socialmente, entonces, las voces de los “actuales” profetas, será indudablemente una amenaza de un mal. Es algo así como un índice de corrección que hay que aplicar para que se persista al menos naturalmente o se esté en una cierta “homeostasis social”. No gasten combustible no renovable en forma tan irracional. Respeten los derechos de los hombres, los derechos humanos. Intenten replegar sus arsenales químicos, radioactivos, etc., o armas de destrucción masiva, etc., etc.
Son los profetas de hoy los de siempre, los que se apartan de la masa o mass media y provocan la denuncia, se formulan interrogantes, viven en torno del por qué? Lo hacen porque la irracionalidad es la constante en la especie humana, e incluso esos actos irracionales de las sociedades humanas, ej. El hombre es el único que toma un hábitat lo destruye y luego lo reemplaza por otro, el hombre es el único que pone de relieve y en funcionamiento la teoría del caos, logrando que el aleteo de la mariposa en el mar de China, sea mañana el gigantesco sistema de huracanes del Caribe y así. Europa con sus parcelas en las cuales conviven decenas de naciones, y encima, a un grado de sistemática productiva que permite todavía que los hombres accedan a bienes y servicios, para denotar una cierta excelencia de vida, que se mide en calidad de salud física, pero no mental por ejemplo. Como en los Estados Unidos de América, donde el formidable sistema de consumo que se retroalimenta diariamente lleva a la locura y la estupidez a sus habitantes, cobra proporción inconmensurable la elección del elitismo (teoría de la dinámica de las elites) como única forma de vivir bien en paz consigo mismo, y hasta darse el lujo de andar por el mundo en forma cualificada, pero subyaciendo como una sociedad dentro de otra que la alimenta.
Esto sumado a la hiperpoblación asiática, y al reservorio latinoamericano donde impera la violencia, el deseo y la irracionalidad nos genera dentro del auto planteo sofístico general masificado y producto del mercado de que hoy somos mejores que antes. Lo que constituye una mentira insoslayable pues no resiste muchos análisis tal aserción más mágica que racional.
Decía que la masa o marea humana no es racional, es irracional. Como en un “concierto” de rock o pop, miles y miles de personas se entregan a desencadenar a través del grito, y la fusión, no importa es más es una constante que quienes lo hacen sean entre sí absolutamente desconocidos, desde que ello es razonable: ninguno de ellos se conoce a sí mismo.
Entonces, el fenómeno de la catarsis se produce, lo mismo en las religiones, inimaginado aún para Alá o Dios tanta gente que abdica del libre albedrío, y que cree que cuántos más ( constante cuantitativa) es decir, se sean más se ubica Dios con ellos, cuando en la realidad personal de cada uno de estos, no se produce esa Comunión íntima con el Creador y menos el fenómeno del pensamiento libre, sino una suerte de histeria colectiva que es estimulada, sea por el rockero o el pastor, quitando precisamente el sentido de congregación, que regía en los siglos XVII (finales) y XIX, y que empezó a pervertirse a mediados del siglo XX sin probabilidad de retroceso, salvo supuesto de destrucción masiva nuclear o algo así.
En lo personal, sólo imagino y creo que el Amor puede y es lo único que permite en realidad encontrar un sentido positivo a la vida. De ser así, es obvio que creo en el Creador en Dios. Pero esta creencia no es parcializada, es general, no hay un Dios para mí y otro para otra latitud es el mismo en todos lados. El Amor es uno en todos lados. Y produce el mismo efecto positivo en los seres humanos.
Por esto en Eclesiastés pequeño libro capitular que integra La Biblia, donde se habla crudamente de la vanidad de la vida, se puede integrar esta denuncia de “vanidad” de la existencia con la existencia misma que así queda enlazada y permite comprender el por qué de nuestra existencia, sin negar al contrario reafirmando el plan de Dios y su perfección. Nacemos, somos arrojados al mundo, y luego vamos aprendiendo a caminar, a ejercer habilidades que un día nos permitan admirar lo Creado, y de allí en más, elegir, poner en marcha el fenómeno del libre albedrío. Dice “no seas tan justo ni tan injusto, por qué perder la vida antes de tiempo” “no busques el día de ayer, no volverá, ni te detengas en el ayer…” “ví necios que sin hacer nada tienen heredad y fortunas, y sabios piadosos y buenos que nada tienen y sufren la miseria “ y vi que “todo esto también es vanidad”, esta aparente discursiva nihilista acerca de la vida “vive, porque allí donde todos vamos al Seol (la tumba) no hay amor, ni deseo, ni luz, ni nada” “en el sepulcro no hay memoria”…; este aparente nihilismo e inservibilidad de la vida, no es así, es un ciclo natural creado por el Creador de manera perfecta. El mismo Eclesiastés, confirma ello cuando dice que los impíos y sobre todo, los necios, la necedad, no tiene en la fugaz existencia crédito bueno ni creativo, solo la paga es la muerte mala, el desastre en vida. Recomienda el cumplimiento del deber que es el Amor a sí mismo para poder amar a los demás, y comprender a los demás, sobre todo. Esto no es nihilismo. Nihilismo y estupidez sería reclamar egocéntricamente derechos inalienables a vivir después de morir, no entender que como culmina el libro ese lo verdaderamente importante es aceptar estas reglas de vida, que es simplemente ser honrado, buena persona, trabajar por lo suyo y amar a Dios (la Creación) y admirarla, con la mujer de tus días, y esperando con paciencia y alegría el final.
Sartre decía “soy un hombre común” de ese modo soy la humanidad. En el “Existencialismo es un Humanismo” decía sobre la posibilidad de elegir y hasta optar en lo peor, siempre, como un acto de elección, no importa si creo o no en Dios o soy ateo, debo ser íntegro y comprometerme. El compromiso. Esa actitud que defendía, explicó, lo llevó a renunciar al Premio Nóbel. Quizás su extremismo residió precisamente en su fundamentalista creencia de que todos somos libres de eligir, u optar aunque más no sea…. Donde nos abombamos como personas, y nos metemos en nuestras creencias a modo de verdad absoluta, por sí o por interpósitos “gurues” de la vida, sean, estén en el lado que estén, dejamos de ser. Por esto E. Fromm, tiene la sutil forma de definir al invididuo como el ser “in-diviso” y no dividido, fragmentado. Pero reclama el Amor como forma de vida, sino fuera del Amor solo existe el disvalor.
En cuanto a los imperativos kantianos, y el ataque hacia estos pragmas de parte de Nietzche, existe un intermedio un punto medio. Un equilibrio para el pensador, a fin que no se convierta de filósofo en sofista. No hay reglas es el secreto. Sino principios de existencia. Y sobre todo la persistencia siempre de la duda sobre todo, pero no de la realidad del Amor, como elemento único que determine la posibilidad de vivir construyendo y no destruyendo.
Si vemos la cosa desde la existencia marital por ejemplo, vemos que dos pábulos enamorados contraen núpcias, o si conviven en concubinato, olvidan que los días son números nada más, o por lo contrario (los menos) son fenómenos únicos e irrepetibles que hay que honrar diariamente. Siempre estará ahí algo que se llama: la diferencia. La mayoría cuenta como un reo en la cárcel (tiene más sentido porque luego del último viene la ansiada libertad) los números, sin tacharlos, y de a poco, se va el deseo, se van la ilusiones primitivas, y allegan a ver la realidad absurda que los unió. Y la mayoría seguirá en una unidad enfermiza, viviendo infernalmente, y creando en sus hijos las condiciones ideales del ser frustrado de antemano.
Y así…
La filosofía es lo que permite al hombre dentro del borde del instrumento lingüistico del cual no podrá apartarse, pues delimita el objeto de su búsqueda en lo particular, acceder al saber. El “shofos” o saber. Por qué saber? El primer interrogante de todos, al parecer.
La angustia humana crea las condiciones necesarias para adentrarse en esta difícil, qué digo, ciclópea tarea de conocer, de saber. El por qué saber? Es precisamente la forma principal que tiene el ser de interrogar e interrogarse. En la mayoría de los casos no acontece que se piense y que se tenga ese formidable interrogante. Ese por qué? La mayoría no se interroga, no se complica la existencia ni haciendo la pregunta ni buscando la respuesta. Porque la mayoría de los seres humanos pueden vivir simplemente, dejarse llevar por las circunstancia que lo rodean y no interrogarse ni interrogar mucho, dando por sentado las “verdades” impuestas por el todo social, integrado en lo cultural, en las tradiciones, en la aceptación inconcusa de que todo “es” así nomás, tal como está arrojado en el mundo, la tarea de vivir estará en el aprendizaje de un sistema de aceptaciones sociales de las cuales no se puede ir más lejos. El hombre que se interroga, que filosofa, no es la mayoría es una minoría que se enfrenta a interrogantes que le depara el pasar de los días, para ambos tipos de personas, los días son números. Pero para este desdichado que busca el por qué, este calvario intelectual y moral, la vida no es fácil, porque se ha complicado mucho al cuestionar, pero ya está allí, ya está cuestionando no le queda otra que abordar nomás la pregunta, e interrogarse y dar respuestas del por qué se está en este mundo.
No puede entender que los días sólo sean números, y al mismo tiempo no puede aceptar complacientemente los mandatos sociales.
Cuando uno lee La Biblia, ve que los Profetas se interrogaban primero sobre lo que era lo social para determinar de manera tal que hagan lo que luego se llamó “política” en Grecia, emitían mandatos divinos o devenidos de lo divino, ¿cómo explicar a la masa lo que la masa no podría ni quería entender? Pero si tenían conciencia de que la amenaza del mal, ante las desviaciones sociales podría tener repercusión en la sociedad de su época. ¿Algo ha cambiado? Posiblemente en las formas, pero en la sustancia no. El hombre todavía pretende hacer lo que finalmente lo destruirá socialmente, entonces, las voces de los “actuales” profetas, será indudablemente una amenaza de un mal. Es algo así como un índice de corrección que hay que aplicar para que se persista al menos naturalmente o se esté en una cierta “homeostasis social”. No gasten combustible no renovable en forma tan irracional. Respeten los derechos de los hombres, los derechos humanos. Intenten replegar sus arsenales químicos, radioactivos, etc., o armas de destrucción masiva, etc., etc.
Son los profetas de hoy los de siempre, los que se apartan de la masa o mass media y provocan la denuncia, se formulan interrogantes, viven en torno del por qué? Lo hacen porque la irracionalidad es la constante en la especie humana, e incluso esos actos irracionales de las sociedades humanas, ej. El hombre es el único que toma un hábitat lo destruye y luego lo reemplaza por otro, el hombre es el único que pone de relieve y en funcionamiento la teoría del caos, logrando que el aleteo de la mariposa en el mar de China, sea mañana el gigantesco sistema de huracanes del Caribe y así. Europa con sus parcelas en las cuales conviven decenas de naciones, y encima, a un grado de sistemática productiva que permite todavía que los hombres accedan a bienes y servicios, para denotar una cierta excelencia de vida, que se mide en calidad de salud física, pero no mental por ejemplo. Como en los Estados Unidos de América, donde el formidable sistema de consumo que se retroalimenta diariamente lleva a la locura y la estupidez a sus habitantes, cobra proporción inconmensurable la elección del elitismo (teoría de la dinámica de las elites) como única forma de vivir bien en paz consigo mismo, y hasta darse el lujo de andar por el mundo en forma cualificada, pero subyaciendo como una sociedad dentro de otra que la alimenta.
Esto sumado a la hiperpoblación asiática, y al reservorio latinoamericano donde impera la violencia, el deseo y la irracionalidad nos genera dentro del auto planteo sofístico general masificado y producto del mercado de que hoy somos mejores que antes. Lo que constituye una mentira insoslayable pues no resiste muchos análisis tal aserción más mágica que racional.
Decía que la masa o marea humana no es racional, es irracional. Como en un “concierto” de rock o pop, miles y miles de personas se entregan a desencadenar a través del grito, y la fusión, no importa es más es una constante que quienes lo hacen sean entre sí absolutamente desconocidos, desde que ello es razonable: ninguno de ellos se conoce a sí mismo.
Entonces, el fenómeno de la catarsis se produce, lo mismo en las religiones, inimaginado aún para Alá o Dios tanta gente que abdica del libre albedrío, y que cree que cuántos más ( constante cuantitativa) es decir, se sean más se ubica Dios con ellos, cuando en la realidad personal de cada uno de estos, no se produce esa Comunión íntima con el Creador y menos el fenómeno del pensamiento libre, sino una suerte de histeria colectiva que es estimulada, sea por el rockero o el pastor, quitando precisamente el sentido de congregación, que regía en los siglos XVII (finales) y XIX, y que empezó a pervertirse a mediados del siglo XX sin probabilidad de retroceso, salvo supuesto de destrucción masiva nuclear o algo así.
En lo personal, sólo imagino y creo que el Amor puede y es lo único que permite en realidad encontrar un sentido positivo a la vida. De ser así, es obvio que creo en el Creador en Dios. Pero esta creencia no es parcializada, es general, no hay un Dios para mí y otro para otra latitud es el mismo en todos lados. El Amor es uno en todos lados. Y produce el mismo efecto positivo en los seres humanos.
Por esto en Eclesiastés pequeño libro capitular que integra La Biblia, donde se habla crudamente de la vanidad de la vida, se puede integrar esta denuncia de “vanidad” de la existencia con la existencia misma que así queda enlazada y permite comprender el por qué de nuestra existencia, sin negar al contrario reafirmando el plan de Dios y su perfección. Nacemos, somos arrojados al mundo, y luego vamos aprendiendo a caminar, a ejercer habilidades que un día nos permitan admirar lo Creado, y de allí en más, elegir, poner en marcha el fenómeno del libre albedrío. Dice “no seas tan justo ni tan injusto, por qué perder la vida antes de tiempo” “no busques el día de ayer, no volverá, ni te detengas en el ayer…” “ví necios que sin hacer nada tienen heredad y fortunas, y sabios piadosos y buenos que nada tienen y sufren la miseria “ y vi que “todo esto también es vanidad”, esta aparente discursiva nihilista acerca de la vida “vive, porque allí donde todos vamos al Seol (la tumba) no hay amor, ni deseo, ni luz, ni nada” “en el sepulcro no hay memoria”…; este aparente nihilismo e inservibilidad de la vida, no es así, es un ciclo natural creado por el Creador de manera perfecta. El mismo Eclesiastés, confirma ello cuando dice que los impíos y sobre todo, los necios, la necedad, no tiene en la fugaz existencia crédito bueno ni creativo, solo la paga es la muerte mala, el desastre en vida. Recomienda el cumplimiento del deber que es el Amor a sí mismo para poder amar a los demás, y comprender a los demás, sobre todo. Esto no es nihilismo. Nihilismo y estupidez sería reclamar egocéntricamente derechos inalienables a vivir después de morir, no entender que como culmina el libro ese lo verdaderamente importante es aceptar estas reglas de vida, que es simplemente ser honrado, buena persona, trabajar por lo suyo y amar a Dios (la Creación) y admirarla, con la mujer de tus días, y esperando con paciencia y alegría el final.
Sartre decía “soy un hombre común” de ese modo soy la humanidad. En el “Existencialismo es un Humanismo” decía sobre la posibilidad de elegir y hasta optar en lo peor, siempre, como un acto de elección, no importa si creo o no en Dios o soy ateo, debo ser íntegro y comprometerme. El compromiso. Esa actitud que defendía, explicó, lo llevó a renunciar al Premio Nóbel. Quizás su extremismo residió precisamente en su fundamentalista creencia de que todos somos libres de eligir, u optar aunque más no sea…. Donde nos abombamos como personas, y nos metemos en nuestras creencias a modo de verdad absoluta, por sí o por interpósitos “gurues” de la vida, sean, estén en el lado que estén, dejamos de ser. Por esto E. Fromm, tiene la sutil forma de definir al invididuo como el ser “in-diviso” y no dividido, fragmentado. Pero reclama el Amor como forma de vida, sino fuera del Amor solo existe el disvalor.
En cuanto a los imperativos kantianos, y el ataque hacia estos pragmas de parte de Nietzche, existe un intermedio un punto medio. Un equilibrio para el pensador, a fin que no se convierta de filósofo en sofista. No hay reglas es el secreto. Sino principios de existencia. Y sobre todo la persistencia siempre de la duda sobre todo, pero no de la realidad del Amor, como elemento único que determine la posibilidad de vivir construyendo y no destruyendo.
Si vemos la cosa desde la existencia marital por ejemplo, vemos que dos pábulos enamorados contraen núpcias, o si conviven en concubinato, olvidan que los días son números nada más, o por lo contrario (los menos) son fenómenos únicos e irrepetibles que hay que honrar diariamente. Siempre estará ahí algo que se llama: la diferencia. La mayoría cuenta como un reo en la cárcel (tiene más sentido porque luego del último viene la ansiada libertad) los números, sin tacharlos, y de a poco, se va el deseo, se van la ilusiones primitivas, y allegan a ver la realidad absurda que los unió. Y la mayoría seguirá en una unidad enfermiza, viviendo infernalmente, y creando en sus hijos las condiciones ideales del ser frustrado de antemano.
Y así…
Es por ello, que esa pregunta que se origina un día: ¿Por qué? Es lo que empieza a transformarnos en filósofos, en busca de la verdad del saber. Aunque todo pase al final como dice Ismael Serrano en una canción “para qué, si ahora mueren en Bostnia, los que morían en Vietnam…”. La constante es una, pero la constancia es otra: seguir preguntándose siempre, sin miedo, y como la vista del águila: ¿ Por qué?.
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